sábado, 20 de noviembre de 2010

Estoy jugando ahora mismo una partida de Reign dirigida por Light Artisan, y de nuevo he encontrado un estilo que convierte mis posts en algo parecido a relatos... ya estoy considerando recopilarlos más adelante en un libro.

Reign es un juegazo indie que permite dirigir compañías en una original ambientación de fantasía medieval. Una compañía puede ser un feudo, una tripulación pirata, un gremio... en fin, cualquier cosa. En mi caso, una religión oriental bastante atractiva. Aquí pongo la historia del personaje y el primer post:

Del pasado del viejo ni él mismo recuerda demasiado. Está todo bañado en nubes de opio, interpretaciones místicas y traumas semiolvidados que debieron haber marcado su vida para siempre.

Recuerda, eso sí, imágenes fugaces reinventadas por sus sueños. En la primera, nace. Es verde, y sus incipientes arrugas asquean y fascinan a quienes le contemplan. Cree recordar que antes todo había sido diferente en sus recuerdos, y no sabe si conservará todavía algo de los originales, reemplazados por las revelaciones del más-que-hombre.

En la siguiente imagen es el protegido de alguien, un monje-guerrero, que cree en él. Nunca recordará su nombre, aunque muchas veces lo ha intentado. El más-que-hombre así lo desea; sin duda hay muchas cosas más importantes que desea introducir en sus recuerdos. Ve al monje vivo, y luego al monje muerto, y siente que eso, aunque ya lo halla olvidado todo con respecto a aquel hombre, debió haber tenido alguna clase de significado.

Después viene otra visión. En ella se presenta diciendo que es dindavaran, y que es el hollar los caminos siguiendo sus sueños lo que le ha llevado al Imperio. Hace poco que ha descubierto una gran verdad. Ya sabe por qué olvida todos los nombres, salvo el suyo propio: el más-que-hombre quiere que sean sus nombres sagrados los únicos que recuerde. Quiere seguir aprendiendo...

En la siguiente imagen, de alguna manera se las ha apañado para conseguir una caravana sobre la cual planta amapolas. Ya ha recibido la última lección; el último nombre secreto, y con ello ha olvidado el suyo, que ha desaparecido de todos sus recuerdos.

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La caravana describe impredecibles vueltas por la caótica ciudad, casi como si tratara de perderse en la maraña de calles que incidentalmente y sin planificación alguna han ido a repartirse aquella geografía urbana. Algunos de sus integrantes más recientes se preguntan si no será ineficaz pasar dos veces por el mismo lugar, pero eso es porque no han pasado el suficiente tiempo en contacto con el Iluminado.

Y es que aquel que llaman Viejo sabe mejor que nadie que los caminos que llevan a un destino concreto no son caminos de verdad, y los caminantes que los siguen no son caminantes de espíritu: el peregrino no se detiene nunca hasta que el de los muchos nombres se lo ordena con la muerte porque comprende que el camino es el destino en sí mismo.

El Viejo es el mejor escogiendo los caminos y la forma de caminarlos. Él nunca va a lomos de un mulo, o en una carreta, y en consecuencia nadie lo hace si no está enfermo. Él sufre más que nadie cada paso, y por eso todos quienes le siguen pueden confiar en que ningún paso será vano.

Por eso es que nadie le cuestiona cuando la caravana empieza a dar vueltas en torno a una manzana, una y otra vez. El sol asciende hasta su trono estelar, empieza a descender... y ellos siguen dando vueltas. El sol empieza a ponerse... y ellos siguen dando vueltas.

Y, al fin, se detienen.

-Ya hemos llegado -anuncia.

Entonces es cuando me acerco, envalentonado por la multitud divertida que se ha formado ante su incomprensible espectáculo.

-¡¿Cómo que ya habéis llegado?! ¡Pero si llegasteis esta mañana!

La gente ríe. De algún modo, los recién llegados ya han empezado a influir en su estado de ánimo.

-Esta mañana -repone calmadamente el Viejo- llegamos a una plaza llena de gente moviéndose, pero de gente que no estaba en la plaza sino que estaba hacia muchos otros sitios. Y, definitivamente, esa no era la plaza que buscaba. Sin embargo ahora veo muchas caras atentas que viven el momento; caras que han sabido mirar a su alrededor y percibir lo que ocurría, percibirnos a nosotros, aunque no estuvieran preparadas para entendernos. Esas caras pertenecen a personas que no están en la plaza para llegar a otro lado, sino que están en la plaza para estar en la plaza. Así es la plaza que yo buscaba.

Su voz no es musical ni armoniosa, y ningún canon la reconocería como ideal... pero posee una intensidad extraña, como la de un poseído, y al mismo tiempo una personalidad poderosa y fascinante, como la de un... no: como la de nada que aquellas gentes hayan visto nunca.

-Y tengo la esperanza de encontrar en ella gente con el corazón suficiente para buscar su propio camino como nosotros hacemos siempre. Pero los pasos no son el único medio para recorrer un camino; a veces los caminos se caminan desde dentro. Si camináis conmigo caminaréis hacia vosotros, y yo os enseñaré a descubrir vuestro poder. La magia más sagrada os abrirá su corazón, y seréis dignos de hacerla el amor entre el humo del opio y el polvo del camino. Yo puedo enseñaros a dar el paso, y si vosotros creéis en él podréis repetirlo, y repetirlo, y repetirlo, hasta que os lleve a vuestro lugar en el mundo.

>-¿Y cuál se supone que es ese paso? -pregunto sin ocultar ya mi interés, que con el tiempo se convertirá en algo más.

-Tai

Cuadernos de Nakko, Tai-Tai.

-Fragmento siguiente-




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